VorMel...

VorMel...
“Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron Siete Trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.” (Apocalipsis8, 2-5) Los nombres de los siete ángeles son Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jofiel, Shamuel, Zadkiel. En la profecía, nadie habló de VorMel. O bien no es un ángel o bien tiene otra profecía que contar...

lunes, 23 de septiembre de 2013

Frankenstein (o el eterno prometeo), 1816, de Mary Shelley

Esta fue la siguiente novela que leímos y comentamos en el Taller de Literatura Gótica. De todos es conocida esta historia, tal vez más por el cine, pero que, en todo caso, sorprende volver a leer y a meditar. 

De entrada, hay que recordar que “Frankenstein” no es el nombre del “monstruo”, sino el apellido de su creador, Victor Frankenstein, si bien, al finalizar la novela, deberíamos plantearnos quién es el auténtico monstruo, si el creador o la creatura…. Y, permitidme ya de entrada una “ida de olla”, si debiéramos extrapolar la novela a la narración bíblica del Génesis y decidir si el ser humano es un monstruo y, entonces, qué pretendía el creador…. ¿Estarían estos pensamientos en la mente de Mary Shelley?

(Os animo a leer una biografía de Mary Shelley y admirar tanto su educación para el hecho de ser una mujer de la Inglaterra victoriana del XIX, como su personalidad libre e independiente, a pesar de las críticas y maledicencias. Sin ir más lejos, la Wikipedia ofrece un buen semblante. Aquí, nos basta con remarcar el hecho de que fue una de las protagonistas de aquél encuentro de 1817, a las orillas del lago Ginebra, en Villa Diodati, junto a Lord Byron, John William Polidori, y Percy Shelley –marido de nuestra escritora-. Reunión que, en una noche de tormenta, se decidió que cada uno escribiera una novela de terror, y donde nacería Frankenstein.  

Al finalizar la novela hay una pregunta que nos ronda…. ¿Es “gótica” la novela de Frankenstein? La doctrina sobre el particular “no es pacífica” pues, de hecho, hay estudiosos del tema que afirman que estamos ante la primera novela de ciencia ficción y que, si se clasifica de “gótica” es sólo para no perder a Mary Shelley de la lista de autores góticos, con el consiguiente desprestigio del género. Personalmente, sin embargo, pienso que la novela tiene suficientes elementos para considerarla “gótica”. Cierto que no aparece un castillo misterioso o una abadía tenebrosa pero… ¿no es el laboratorio de Victor un espacio misterioso, aislado, lúgubre donde vemos, al menos simbólicamente, la figura del castillo? ¿No nos encontramos con una serie de tramas familiares que desembocan en tragedia debido al engendro (que viene de engendrado) busca mitigar su soledad y el odio que despierta en los demás? ¿No nos encontramos ante elementos llevados al límite, a la exageración, tan propio del romanticismo? Bien, es una opinión personal, aunque la polémica permanece abierta.

La estructura de la obra es curiosa: anteceden cuatro cartas que caldean el ambiente  y preparan al lector para el relato sobrecogedor que vendrá después en una serie de capítulos. De las cartas, quiero mencionar algo que, tal vez no venga a cuento, pero que me ha llamado la atención: la primera carta, de Robert Waldon a su hermana, la Sra. Saville, está fechada el 11/12/1717, contándole que va a embarcar en un ballenero con rumbo al polo norte. A partir de ahí se suceden otras cartas donde la autora no menciona el año, así por ejemplo, habla del 25 de marzo de 17.. . La cuestión es que posteriormente, habla de un lunes, 31 de julio de 17.. que, por lógica, debemos suponer que se refiere al 31/07/1718 pero que, si vemos el calendario, vemos que ese día fue domingo por lo que, una de dos, o Mary Shelley se equivocó, o se está refiriendo a un año después ya que el 31/07/2019 sí que fue lunes. Bien, en realidad esto poco añade a la historia, salvo remarcar que el viaje fue más largo y penoso, provocando un estado de ánimo bajo cuando avistarían, ya atrapados en el Polo Norte, lo que llaman “el gigante”, o “el monstruo”. Será ya la novela la que explica qué hacía “el monstruo” entre las nieves polares.

Creo que no procede realizar un resumen de la novela que, en todo caso, os animo a leer; pero sí querría resaltar algunas cosas que me han llamado la atención.

Aun en las cartas previas, aparece un hombre en un trineo, persiguiendo “al monstruo”, y al que ayudan a subir al barco; por el momento no se sabrá su nombre pero es llamativa la conversación que tiene con Robert: le habla de la locura de estudiar los poderes de la naturaleza con el fin de mejorar al ser humano “somos criaturas mal hechas”. Así mismo le pone en guardia contra la investigación ciega a cualquier precio, sin una norma ética. Este tema, muy discutido en el siglo XIX, época de inventos y descubrimientos, sigue siendo de actualidad o, quizá, ahora más que nunca.

Otro punto: describiendo la infancia de Victor, se ennumera una serie de autores, desde Cornelio Agripa a Paracelso y Alberto Magno, y unas pinceladas de sus teorías sobre la metafísica y la filosofía natural. Todo ello pone de manifiesto la gran formación de Mary Shelley.

Victor Frankenstein ¿y, por tanto, la autora, Mary Shelley? en sus reflexiones pone de manifiesto sus creencias. Así se confiesa como “materialista” (en el sentido de que no cree en el alma, sólo en la materia), rechaza el mundo espiritual, sobrenatural, etc. Para él, un cementerio, es sólo un sitio con cuerpos sin vida. Este punto de vista, sin duda, es el principal escollo para considerar “gótica” la novela, pero me remito a lo que comenté al principio.

No se describe al monstruo y sería bueno que nos quitáramos de la cabeza la imagen que todos tenemos diseñada en los estudios de cine, al menos, durante la lectura de esta novela. Como mucho se habla de sus ojos amarillos…. Se hace notar que su creador, Victor, no le pone nombre porque no desea considerarlo una persona. De hecho, nos planteamos si “el monstruo” nació “malo”… ¿qué se puede esperar de alguien a quien todo el mundo amenaza, insulta o echa a correr, alguien que vive en soledad? Reiteramos la pregunta del principio ¿quién es el monstruo, la criatura o el creador…. el hombre o Dios?

Este paralelo, desde mi punto de vista, se aprecia aún más en la conversación que Victor mantiene con “la criatura”. Esta le confía que se siente solo y desgracado, que todos le odian y le pide compasión; la compasión del creador a la criatura… ¿no recuerda el mito del Génesis de la creación del hombre o, incluso, la del Ángel Caído?

Avanzo hasta el Capítulo XV, muy interesante. El monstruo habla de sí y reflexiona  sobre quién es, de dónde viene, adónde va… ¿os suena? ¿No son preguntas muy propias de la naturaleza humana. También habla de “la desgracia de ser diferente”, del miedo al rechazo por ser distinto y de la soledad… Ni más ni menos que Mary Shelley se ha anticipado un siglo y medio en poner de manifiesto el drama social de las minorías.


Y paro aquí para no alargar excesivamente este post. Frankenstein, si las múltiples películas son estupendas, no es posible, no leer la novela. Leed y juzgad; leed y reflexionad. Leed y admirad a Mary Shelley… gran escritora.

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