VorMel...

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Se considera que el origen la literatura gótica se sitúa en Gran Bretaña, en particular durante el Romanticismo. Sin embargo, la primera aparición del término -gótico-, tiene lugar cuando el escritor Horace Walpole lo ubica como subtítulo en su obra El castillo de Otranto: Una historia gótica.

lunes, 26 de junio de 2023

Relatos Fantásticos, de Iván Turguéniev.


 𝕰n una reciente visita a la Feria del Libro de Madrid, encontré por azar este librito que, de una manera compulsiva quizá (puesto que no tenía una reseña previa), adquirí, me llevé a casa y devoré. 

Reconozco que para mí siempre es una sorpresa toparme con novelas góticas escritas originalmente en una lengua distinta al inglés. No sólo por la originalidad sino porque es agradable encontrar que las características que sostenemos deben acompañar una novela gótica, no se dieron sólo en la Inglaterra decimonónica o en los incipientes Estados Unidos sino, de una manera global, en otros países. Dejo a los expertos indagar sobre la influencia que, en este caso, en Rusia tuvieron los escritores británicos.

Estoy hablando de los "Relatos Fantásticos" del escritor ruso Ivan Sergeyevich Turgenev (o, sencillamente, Ivan Turguenev, 1818-1883), autor clásico autor y considerado uno de los mejores talentos de la literatura rusa. Sus novelas, obras de teatro y poesías reflejan temas de sufrimiento de clase y profunda humanidad, al mismo tiempo que retratan el amor nostálgico idealizado, las jóvenes inocentes y el trasnochado desvanecimiento de la nobleza rusa.

Cabe señalar que un par de estos relatos (Toc, toc, toc. Un estudio; Tres encuentros), más que historias fantásticas, son de intriga, donde un aparente suceso sobrenatural resulta ser un malentendido o una casualidad que se revela al final. Otros relatos apenas rozan genuinamente el género fantástico, más allá de la presencia de algunas visiones fantasmales, que sin embargo son esenciales para la trama. Estas apariciones fantasmales y espectrales no son la irrupción repentina de lo inexplicable y ominoso en la realidad física, sino el origen de profundas alteraciones psicológicas en quienes las sufren, que suelen conducir a la muerte.

  En cualquier caso, estos relatos de Turguéniev se alejan tanto de la tradicional historia inglesa de fantasmas como de los frenéticos horrores del Romanticismo germánico y francés. La ambientación en el mundo rural y la tipología de los personajes -generalmente jóvenes que se mueven entre el campo y las grandes ciudades de San Petersburgo o Moscú-, son típicamente rusas.

En cualquier caso, estos relatos deben considerarse dentro del "género gótico", ya que contienen los elementos más comunes: sensación de "uncanny" en el lector, atmósfera oscura, gran importancia del hecho arquitectónico (castillo, villa, casa de campo, mansión urbana...), tramas familiares, seres sobrenaturales, etc.

Sin duda, un libro muy recomendable.

martes, 30 de mayo de 2023

La Fontana Sagrada, de Henry James

 


𝕸𝖊 molesta mucho encontrarme con libros de la serie "Gótico-Valdemar", ediciones Valdemar, que no sean góticos. Primero, porque me estoy dejando una inversión de dinero considerable para reunir la colección de los ciento y pico tomos de esa serie. Segundo, porque si me apetece leer "gótico", me apetece leer una historia inquietante y con toques espeluznantes y misteriosos y no las paranoias psicológicas de personajes problemáticos y que no tienen en la vida otro objetivo que mantener conversaciones -ni siquiera brillantes-, en los salones de aristocráticas mansiones.

De donde se deduce, una vez más, que en "Valdemar-Gótica" ni son todos los que están ni están todos lo que son. Lo siento por sus coleccionistas; lo siento por mí mismo.

En segundo lugar, mi cabreo no se debe únicamente a la desilusión de comenzar un libro, que podría ser gótico y luego no lo es.... No; mi enfado sobre todo se debe a lo aburrida e insoportable que es esta novela. Un auténtico coñazo, si se me quiere disculpar.

El caso es que Henry James, que me conste, sí que había escrito literatura gótica en, por ejemplo, "Otra vuelta de tuerca", novela que he leído dos veces y de la que, compruebo ahora, no he publicado ningún comentario en este blog. Confío hacerlo en los próximos 30 ó 40 años.

Por otro lado, no voy a hacer una crítica de "La Fontana Sagrada", más allá de mi anterior comentario sobre mi disgusto; recordad que este no es un blog de crítica literaria, sino de literatura gótica. 

Dicho lo cual, poco hay que añadir: La Fontana Sagrada no contiene ninguno de los elementos mínimos que la tradición literaria gótica acepta para catalogar un escrito como de "gótico": no hay un elemento misterioso o de suspense ("uncanny"); el factor arquitectónico que nos puede avocar una atmósfera medieval o, cuanto menos, de la época del romanticismo, no está presente; no hay tramas familiares complicadas ni antiguos manuscritos, ni leyendas ancestrales, ni laberintos míticos o elementos simbólicos; no hay emociones llevadas al límite, erotismos larvados o falacias patéticas. Nada; no hay nada de eso.

Y entonces, ¿qué hay? Si leemos la contraportada de Ediciones Valdemar (y que coincide con la reseña publicada en su web) veremos que "Durante la última de sus estancias de fin de semana en la gran mansión Newmarch, en la campiña inglesa, el narrador de esta historia tiene ocasión de observar asombrosas transformaciones en algunos de los huéspedes: una mujer fea se ha vuelto inexplicablemente bella, un joven ha envejecido de forma exagerada, un imbécil exhibe una inteligencia deslumbrante..., en definitiva, unos mejoran mientras otros empeoran. El protagonista espía y analiza estos fenómenos, tratando de encontrar la clave del enigma en una supuesta serie de misteriosos «intercambios de fuerza vital»."

Pues bien, dejadme que os diga que no sé quien ha escrito esa reseña pero, primero, es falsa, y segundo, predispone al lector a encontrarse algo misterioso "intercambios de fuerza vital" que no se van a dar. Queridos señores de Valdemar: gracias por joderme aún más la lectura de uno de sus libros.

Ciertamente, el narrador, en primera persona (mal empezamos), acude invitado a una cierta mansión en la que se encuentra con antiguos conocidos, hombres y mujeres, en los que observa un cambio desde la última vez que los había visto. Y a partir de ahí comienza una serie de conversaciones y reflexiones para tratar de dilucidar si ésta es amante de aquél, si a ése le gusta la otra, si le ha influido, si se conserva bien, o si el amor le mantiene joven. Pero vamos, ni intercambios de fuerza vital, ni ostias en vinagre (de me disculpará de nuevo).

 Otra cosa: me decía yo, "bueno, ya que no vamos a disfrutar de una novela gótica, al menos lo haremos de ese maravilloso estilo británico supurante de ironía y cinismo que nos hará sonreír". Pues no, no, no, no. Henry James, que no era inglés sino americano, es un aburrido, un soso, un ñoño, un repelente-niño-vicente, un triste, un amargado que trata de hacer interpretaciones psicológicas y positivistas de la vida. Y el que quiera saber algo más de él, que busque en la Wikipedia.

En resumidas cuentas, mi pesar porque, con lo corta que es la vida, he perdido una semana en leer "La Fontana Sagrada" 

Y chimpún.

lunes, 10 de abril de 2023

Les Vampires (1915)


𝕷es Vampires es una serie policíaca muda francesa de 1915 y 1916 escrita y dirigida por Louis Feuillade. Ambientada en París, está protagonizada por Édouard Mathé, Musidora y Marcel Lévesque. La trama, complicada y a menudo incoherente, gira en torno a una extravagante banda de criminales parisinos, Los Vampiros (que no son los seres mitológicos que sugiere su nombre), y su implacable enemigo, el periodista Philippe Guérande (Édouard Mathé) . La serie consta de diez episodios de duración muy variable. Con una duración aproximada de 7 horas, se considera una de las películas más largas jamás rodadas.
 
Los Vampiros, maestros en el arte del disfraz - suelen llevar capuchas y leotardos negros para cometer sus crímenes - están dirigidos por cuatro "Grandes Vampiros" que mueren sucesivamente y son fielmente servidos por la vampiresa Irma Vep (cuyo nombre es un anagrama de vampire). Irma constituye el corazón y el alma no sólo del grupo, sino también de la película. Encarnada con voluptuosa vitalidad por Musidora, que gracias a ella se convirtió en una estrella. Su carisma subvierte el tema del bien contra el mal y contribuye al tono amoral de la película, reforzado por el hecho de que los buenos utilizan métodos sin escrúpulos con la misma frecuencia que los malos, así como por la feroz matanza de los Vampiros al final de la historia.

Al igual que en las historias de detectives y de casas encantadas, Les Vampires crea un mundo de orden burgués de aspecto inamovible al tiempo que lo socava. Las espesas paredes y suelos de los castillos y hoteles están plagados de puertas falsas y paneles secretos. Las enormes chimeneas sirven de ruta de escape para asesinos y ladrones, que corretean sobre los tejados de París y suben y bajan por las tuberías como monos. Los taxistas suelen transportar polizones en el techo y abren trampillas para que los fugitivos accedan a refugios secretos. En un momento dado, el héroe se asoma a la ventana de su apartamento, situado en el último piso del edificio, y en ese mismo instante le pasan un lazo alrededor del cuello, tiran de él y lo arrojan a la calle, lo meten en una gran cesta y lo depositan en un taxi en menos tiempo del que se tarda en decir «lrma Vep!».

Para reforzar esta atmósfera de estabilidad caprichosa, el argumento está construido alrededor de una serie de sorpresas inverosímiles, que implican apariencias engañosas a ambos lados de la ley: personajes «muertos» que vuelven a la vida, pilares de la sociedad (un cura, un juez, un policía) que resultan ser Vampiros, y Vampiros que son agentes de la ley infiltrados en la banda. Lo que es fundamental para la evolución del thriller, y lo que lo convierte en un pionero de la forma, es la capacidad de Feuillade para crear, a una escala amplia e imaginativa, un mundo doble, sólido y onírico, conocido y desconocido a la vez.

Difícilmente clasificable como película "gótica", más bien "cine negro", no deja de provocar un cierto desasosiego ante los poderes de la sociedad; en este caso, no poderes del más allá sino del "más acá". En todo caso, y aunque sólo sea por su valor histórico, es un documento interesante a visualizar.


martes, 4 de abril de 2023

La cara amarilla. Por Arthur Conan Doyle.


𝕸e resisto mucho a calificar como "gótica" ninguna de las novelas o relatos protagonizados por Sherlock Holmes, el personaje creado, como sabéis, por Sir Arthur Conan Doyle, porque siempre, en el desenlace de la historia detectivesca, hay una explicación racional que elimina cualquier atisbo de misterio, paradoja o cuestión sobrenatural.

En el "curso de literatura gótica", organizado e impartido por Mirari Bueno en la "Casa del Barrio de Carabanchel", tuvimos ya hace años este debate con otra de las obras cumbres del genial detective: "el sabueso de los Baskerville". La discusión entre los alumnos se centró, precisamente, en esta cuestión: ¿podemos clasificar como "gótica" una novela donde falta el elemento sobrenatural (sea este un vampiro, un fantasma, un espíritu, un zombie, un demonio o el santo ángel de la guarda? Y es que, en principio, el cuerpo nos pide decir que "no" pero recuerdo que nuestra maestra, Mirari Bueno, argumentó que si así fuera, y siendo sinceros, nada entonces podría calificarse de "gótico" sino como mucho de ciencia ficción. También argumentó que, por ese motivo, los expertos de la literatura gótica (por cierto, experto no es lo mismo que "académico universitario") hablan de una variedad de características a cumplir por una novela gótica, y que no tienen que darse todas a la vez, sino la mayoría. Y que, en todo caso, de existir una que no puede faltar es el "uncanny", esa palabreja inglesa que no tiene equivalencia en castellano, y que viene a significar una atmósfera inquietante y escalofriante que provoca en el lector de la novela (o vidente de la película) una cierta sensación de desasosiego. En esta línea, concluyó que "el sabueso de los Baskerville" sería una narración gótica, aunque sólo fuera por la sensación que provoca el paseo por el páramo, el misterio o la creencia inicial de los protagonistas de que había algo sobrenatural, aunque al final se demuestre lo contrario.

Pues bien, en esa línea y con ese mismo argumento, deseo analizar otra de las narraciones de Conan Doyle, contenidas en el volumen 4 de "el Canon de Sherlock Holmes"; en concreto, la de "la cara amarilla" (título traducido en otras editoriales -la que yo estoy manejando es la de "Valdemar, el canon"- como "el rostro amarillo".

La historia comienza como es habitual en los relatos cortos: Watson, quien está recopilando documentación para publicar los casos de los que se ha ocupado su amigo, encuentra unas anotaciones sobre ésta historia en cuestión y Sherlock, pipa en mano, sentados ambos frente a la chimenea, y con un whiskey en la mano, le cuenta los detalles.

En este caso, resulta que acudieron en el pasado a cierta casa en el campo, llamados por un marido celoso e inquieto porque su mujer "ya no es la misma". La hasta ahora amorosa esposa se ha vuelto nerviosa, preocupada, ida e, incluso, se levanta a media noche, creyéndolo dormido, y sale de la casa para ir... ¡Dios sabe dónde! Un día, la sigue por la noche, y ve que se dirige, atravesando la campiña, a un cottage, en cuya segunda planta aparece por la ventana una cara amarilla que le mira. Y, hasta aquí, puedo contar, animando al lector a que busque y lea la narración.

Globalmente, creo que el argumento sobre la "goticidad" de la novela es el mismo antes expuesto. Inicialmente parece que hay un elemento sobrenatural (ya veremos lo que pasa al final), la historia se desenvuelve no en un castillo o abadía, pero sí en un cottage, uno de esas casitas de campo tan maravillosas que abundan en el Reino Unido de dos plantas más desván (apunte: ¿por qué en España los chalets son tan feos y "prácticos" -en el mal sentido de la palabra-?

Pero no sólo eso; hay además otras notas definitorias: complicaciones en las líneas familiares; la historia se desenvuelve en un entorno escalofriante, ni más ni menos que los páramos ingleses con niebla y sonidos nocturnos; en fin, una delicia. Pero, sobre todo, y a poco sensibles que seáis, comprobaréis ese regomello que te recorre por la espalda y que te lleva a echarte la rebequita por los hombros. Uncanny lo llamamos.

Dejando clara la goticidad del relato, (sentada siempre en mi opinión personal), aprovecho para comentar el tremendo esfuerzo que me está costando la lectura completa del Canon de Sherlock Holmes. Me quejaba yo de Lovecraft pero Conan Doyle, pues en fin, qué queréis que os diga, tampoco se queda a la zaga.

Feliz lectura.

lunes, 3 de abril de 2023

Sólo los amantes sobreviven


"𝕾ólo los amantes sobreviven" es una excelente película vampírica de 2013, dirigida por Jim Jarmusch y maravillosamente interpretada, entre otros, por Mia Wasikowska y Tom Hiddleston.

El argumento es francamente original. Adam y Eva son dos vampiros enamorados tras siglos de convivencia, andanzas y estudios. Por razones no explicadas, en el siglo XXI viven separados: ella en Tánger y él en Detroit. Ambos han llegado a esa madurez vampírica que les lleva a tener una vida dedicada al arte, al estudio y... a sobrevivir, en un mundo donde los zombis (así llaman a los seres humanos, lo cual, dicho sea de paso, me encanta) estropean el planeta, contaminan el agua y, por ende, tienen (tenemos) una sangre empobrecida por toda clase de toxinas y demás químicos. Es en parte por ello que Adam está entrando en depresión por lo que, a pesar de las dificultades de los vuelos nocturnos en avión, Eva acude a Detroit. Allí se les unirá Ava, hermana de Eva, y con residencia estable en Los Angeles.

En el taller de literatura gótica de Mirari Bueno, y del que ya han pasado varios años, recuerdo que esta maestra de las letras góticas nos comentó que, por norma, todas las historias de vampiros se consideran "góticas". Y esto como un tributo a uno de los "buques insignia" de la literatura gótica: el vampiro.

Por lo demás, siendo sinceros, en esta película faltan casi todos los elementos de goticidad que se piden a una novela para ser catalogadas como "gótica", empezando por la falta de "uncanny", esa sensación de escalofrío que debería provocar toda obra gótica que se precie. La película que estamos comentando no lo contiene: no hay un elemento misterioso, ni terrorífico, ni inquietante. Si hace falta poner etiquetas, diríamos que es una película de "drama-ficción" en el que han elegido vampiros en lugar de cantantes de rock o de activistas ecologistas.

Entendedme bien: la película me parece maravillosa. Es original, estupendamente interpretada y tiene una estética que te envuelve desde el primer momento. Es más: se trata de una de esas películas que podría servirnos de inspiración, a los que nos pretendemos vampyros (con "y", sic) en la vida cotidiana.

Pero, y a riesgo de resultar reiterativo, este blog es de "literatura gótica", para lo bueno y para lo bueno. Y creedme cuando os digo que me ha parecido una buena película pero que, si la catalogo de "gótica" es por reconocimiento y respeto a mi maestra de literatura. 

martes, 28 de marzo de 2023

"Navegantes del tiempo", de Sjón


𝕹
o todo lo que lee un servidor de ustedes es literatura gótica, claro está. Leo bastante de divulgación, de espiritismo (aunque reconozco que, en general, los autores y médiums brasileños consiguen subirme el nivel de azúcar de la sangre), literatura oriental y, últimamente, literatura nórdica. Aparte, claro está, cuestiones varias que no sabría si calificar como espiritualidad o filosofía. Tanto da.

Lo que sí he desarrollado es una lucecita que, en cuanto surge algún atisbo de "goticidad" en cualquier relato, artículo o novela, se me enciende. Y eso me ha pasado recientemente con la novela "Navegantes del tiempo", del escritor islandés Sjón, del cual, por cierto, ya he leído tres novelas suyas y debo decir que me gusta mucho.

Presentemos primero al autor. De nombre completo Sigurjón Birgir Sigurðsson (Reikiavik, 1962) -no pretendas memorizar su nombre- es un artista islandés que comenzó su carrera con 16 años publicando Sýnir (Visiones, 1978). Fue uno de los líderes del grupo artístico Medúsa. Aunque se ha dedicado sobre todo a la poesía también ha tocado otras artes y se le conoce por colaborar con la cantante Björk, participar en la película también protagonizada por esta cantante "Dancer in the Dark" (Lars von Trier) y escribir junto a Robert Eggers la película "The Northman". Ampliamente galardonado, sus libros han sido traducidos a varios idiomas.

En una presentación muy cuidada y magníficamente traducida por la editorial "Nórdica Libros", se revela en la misma una pequeña sinopsis de la novela de la que destaco lo siguiente: "Es el año 1949 y Valdimar Haraldsson, un islandés de excéntricas ideas sobre la influencia del consumo de pescado en la civilización nórdica, ha tenido la extraordinaria suerte de ser invitado a viajar en un barco mercante danés en su camino hacia el Mar Negro. Entre la tripulación está el héroe mítico Céneo, enrolado como segundo de a bordo, quien todas las noches después de la cena narra a sus compañeros de viaje sus aventuras a bordo del Argo en su travesía para recuperar el vellocino de oro".

No es mi intención realizar una crítica literaria de la obra, ni mucho menos del estilo del autor. Éste es un blog sobre literatura gótica y a ello me voy a ceñir.

A priori esta novela no tendría por qué ser reseñada aquí. Es más, posiblemente ni se le pasó por la cabeza al autor que "Navegantes del tiempo" fuera objeto de un comentario de literatura gótica pero es que, quizá sin pretenderlo, lo ha logrado. Y es que, al hilo del desarrollo de la novela, el barco mercante danés en el que el protagonista viaja como "supernumerario" (ojo, no como "miembro del Opus Dei que se pueda casar" sino que así se llamaban también -aunque ya no se estila- a los que embarcaban en mercantes sin formar parte de la tripulación); decía que el barco llega a un fiordo noruego y entonces, de una manera tan sutil el escritor describe el lugar, el puerto, el misterio de esas aguas frías, que uno no puede sino rememorar el primer capítulo de otra novela gótica por excelencia: "Frankenstein, o el eterno Prometeo", de nuestra querida Mary Shelley.

Recordemos que en Frankenstein, uno de los momentos más tenebrosos y que nos provocan "uncanny" (escalofríos góticos) no es cuando Victor Frankenstein recoge trozos de cadáveres, los une y le aplica nosecuántos voltios para hacer revivir al monstruo. No; el momento más espeluznante se da en la introducción, cuando narra un barco aislado en el frío del norte, entre los hielos del polo, la tripulación aislada preguntándose que qué será de ellos, si los víveres alcanzarán los días de aislamiento, no hay ruidos, más que el viento polar, algún crujido en la noche, luz tenue y, de repente, en el horizonte, aparece ese ser grande, enorme, en un trineo... que no debería estar allí.

El aislamiento, bien sea por causas atmosféricas (tormenta, huracán), marítima (submarinos, bases marinas, plataformas petrolíferas), espacial (transbordador, viajes espaciales) o geográfico (escaladores de cordilleras, exploradores, bases polares) ha sido ampliamente tratado en la literatura y en el cine y, si se dan el resto de condiciones de goticidad (misterio, contexto, seres inexplicables, etc.) perfectamente podrían catalogarse de "góticas". Pensemos en películas como "identidad", "Ex-Machina", "En lo más oscuro de la montaña", o la película vampírica "30 días de noche". Y, por supuesto, no olvidemos el maravilloso relato de H.P. Lovecraft "En las montañas de la locura".

Pues bien, sin condescender a esos extremos, Sjón, consigue una cierta dosis de "goticidad" en un momento de aislamiento en el barco donde se suceden una serie de fenómenos extraños, no explicados, casi al final de la narración. Todo ello sin olvidar la genial incorporación del episodio mitológico de "Jasón o el Vellocino de Oro". No en vano, nuestra maestra de literatura gótica, Mirari Bueno, a la que nunca expresaremos suficientemente nuestro agradecimiento por iniciarnos en el género gótico, en la Casa del Barrio de Carabanchel, Madrid, no se cansaba de decirnos "Leed a los clásicos, pues los clásicos contienen el pilar que os permitirá comprender mejor a los escritores góticos posteriores".

Pues eso; ya sabéis.

jueves, 23 de marzo de 2023

"Zanoni o el secreto de los inmortales", de Edward Bulwer Lytton


𝕬
cabo de terminar la lectura de un libro más de la colección que estamos haciendo en casa de "Valdemar-Gótica": "Zanoni o el secreto de los inmortales", escrita en 1842 por el autor inglés Edward Bulwer Lytton, más conocido en España por "los últimos días de Pompeya" novela que, en mis años mozos, era de obligada lectura en la asignatura de latín, en el instituto, por la excelente forma de excitar la imaginación del alumno sobre la vida cotidiana en la Antigua Roma.

En cuanto a "Zanoni", y lo digo ya clara y directamente, nada más empezar este artículo, no me parece que deba ser catalogado como literatura gótica. No es una novela gótica, pese a quien pese. Lo siento, señores de Ediciones Valdemar pero un servidor, cliente de ustedes y que se está dejando unos buenos dineros en completar la línea "Gótica Valdemar", en este caso, y por honor a la sinceridad, debe afirmarlo una vez más: "ni son todos los que están, ni están todos los que son".

De hecho, una buena primera parte de la novela, más que siquiera novela fantástica, yo la calificaría como romance o novela de esas de tipo "galantes" y, de acuerdo, tiene sus momentos de dificultad, porque la vida es así, pero mucho más próximo a la galantería cortesana de "La Princesa de Cleves" que al Judío Errante, Fausto o el Vampiro que, por cierto, en la contraportada de la novela, se atreven a citar.

A modo de introducción, el autor confiesa: "... Sucedió que hace algunos años, en mis días de juventud, sentí el deseo de familiarizarme con los verdaderos orígenes y principios de la singular secta conocida con el nombre de Rosacruces y llegó a mis manos un manuscrito escrito en la cifra más ininteligible"; manuscrito que, por interpretación del propio autor, se convirtió en Zanoni.

Cuenta, por tanto, la historia de este señor, quien ha vivido desde la civilización caldea y es un hermano rosacruz intemporal, que no puede enamorarse sin perder su poder de inmortalidad. Pero ¡ay! se enamora de Viola Pisani, una joven y prometedora cantante de ópera de Nápoles, hija de Pisani, un violinista italiano incomprendido. Por su lado, aparecen otros personajes, como la de un caballero inglés, llamado Glyndon, que también ama a Viola, pero se muestra indeciso a la hora de proponerle matrimonio y luego renuncia a su amor para dedicarse al estudio del ocultismo. Todo un folletín ambientado en el entorno de la época del terror que sucedió a la Revolución Francesa.


Y hasta aquí puedo contar, para no fastidiar la lectura a quien desee acometerla. Pero vayamos al meollo del asunto: el género literario de esta novela que, según mi tesis, no es "gótico". 

Como de costumbre, me voy a basar en los requisitos contemplados por César Rodríguez Fuentes en su estudio "mundo gótico", entre los que se encuentran: una ambientación en la que el hecho arquitectónico medieval es importante (castillo, torre, caserón, navío...), una atmósfera de misterio y suspense, desapariciones, sorpresas en el linaje de los protagonistas, existencia de profecías ancestrales, historias sobrenaturales o de difícil explicación, emociones desbocadas (pánico, paranoias, desmayos, "enfermedades góticas" de larga duración...), erotismo larvado y, sobre todo, bien lo sabéis pues no paro de repetirlo: sensación de "uncanny", esa palabreja sin traducción al español, que nos viene a decir, esa sensación de desasosiego, escalofrío que uno tiene cuando uno lee una novela gótica de pura cepa y que le lleva a decir "tráeme la rebequita que me la echo por los hombros".

Pues bien, Zanoni no tiene nada de nada de eso. No cumple prácticamente ninguno de esos requisitos. Y conste que quien les escribe, osea yo, tiende a tener la mano más bien ancha para abarcar cualquier atisbo de género gótico, al punto de, como bien sabe quien sigue este blog, he considerado "góticas" novelas como "relatos de sangre y misterio", de Conan Doyle, o "el retrato de Dorian Gray", de Oscar Wilde. Cito esta última porque, tocando también el tema de la inmortalidad sí que, por el contrario, dota de cierta goticidad su escrito creando, quizá, un ambiente desasosegante.

No así Zanoni. Entendedme; no me parece una mala novela, que no hablamos de eso. Pero "sin uncanny no hay goticidad". Y punto.