VorMel...

VorMel...
“Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron Siete Trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.” (Apocalipsis8, 2-5) Los nombres de los siete ángeles son Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jofiel, Shamuel, Zadkiel. En la profecía, nadie habló de VorMel. O bien no es un ángel o bien tiene otra profecía que contar...

jueves, 23 de marzo de 2023

"Zanoni o el secreto de los inmortales", de Edward Bulwer Lytton


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cabo de terminar la lectura de un libro más de la colección que estamos haciendo en casa de "Valdemar-Gótica": "Zanoni o el secreto de los inmortales", escrita en 1842 por el autor inglés Edward Bulwer Lytton, más conocido en España por "los últimos días de Pompeya" novela que, en mis años mozos, era de obligada lectura en la asignatura de latín, en el instituto, por la excelente forma de excitar la imaginación del alumno sobre la vida cotidiana en la Antigua Roma.

En cuanto a "Zanoni", y lo digo ya clara y directamente, nada más empezar este artículo, no me parece que deba ser catalogado como literatura gótica. No es una novela gótica, pese a quien pese. Lo siento, señores de Ediciones Valdemar pero un servidor, cliente de ustedes y que se está dejando unos buenos dineros en completar la línea "Gótica Valdemar", en este caso, y por honor a la sinceridad, debe afirmarlo una vez más: "ni son todos los que están, ni están todos los que son".

De hecho, una buena primera parte de la novela, más que siquiera novela fantástica, yo la calificaría como romance o novela de esas de tipo "galantes" y, de acuerdo, tiene sus momentos de dificultad, porque la vida es así, pero mucho más próximo a la galantería cortesana de "La Princesa de Cleves" que al Judío Errante, Fausto o el Vampiro que, por cierto, en la contraportada de la novela, se atreven a citar.

A modo de introducción, el autor confiesa: "... Sucedió que hace algunos años, en mis días de juventud, sentí el deseo de familiarizarme con los verdaderos orígenes y principios de la singular secta conocida con el nombre de Rosacruces y llegó a mis manos un manuscrito escrito en la cifra más ininteligible"; manuscrito que, por interpretación del propio autor, se convirtió en Zanoni.

Cuenta, por tanto, la historia de este señor, quien ha vivido desde la civilización caldea y es un hermano rosacruz intemporal, que no puede enamorarse sin perder su poder de inmortalidad. Pero ¡ay! se enamora de Viola Pisani, una joven y prometedora cantante de ópera de Nápoles, hija de Pisani, un violinista italiano incomprendido. Por su lado, aparecen otros personajes, como la de un caballero inglés, llamado Glyndon, que también ama a Viola, pero se muestra indeciso a la hora de proponerle matrimonio y luego renuncia a su amor para dedicarse al estudio del ocultismo. Todo un folletín ambientado en el entorno de la época del terror que sucedió a la Revolución Francesa.


Y hasta aquí puedo contar, para no fastidiar la lectura a quien desee acometerla. Pero vayamos al meollo del asunto: el género literario de esta novela que, según mi tesis, no es "gótico". 

Como de costumbre, me voy a basar en los requisitos contemplados por César Rodríguez Fuentes en su estudio "mundo gótico", entre los que se encuentran: una ambientación en la que el hecho arquitectónico medieval es importante (castillo, torre, caserón, navío...), una atmósfera de misterio y suspense, desapariciones, sorpresas en el linaje de los protagonistas, existencia de profecías ancestrales, historias sobrenaturales o de difícil explicación, emociones desbocadas (pánico, paranoias, desmayos, "enfermedades góticas" de larga duración...), erotismo larvado y, sobre todo, bien lo sabéis pues no paro de repetirlo: sensación de "uncanny", esa palabreja sin traducción al español, que nos viene a decir, esa sensación de desasosiego, escalofrío que uno tiene cuando uno lee una novela gótica de pura cepa y que le lleva a decir "tráeme la rebequita que me la echo por los hombros".

Pues bien, Zanoni no tiene nada de nada de eso. No cumple prácticamente ninguno de esos requisitos. Y conste que quien les escribe, osea yo, tiende a tener la mano más bien ancha para abarcar cualquier atisbo de género gótico, al punto de, como bien sabe quien sigue este blog, he considerado "góticas" novelas como "relatos de sangre y misterio", de Conan Doyle, o "el retrato de Dorian Gray", de Oscar Wilde. Cito esta última porque, tocando también el tema de la inmortalidad sí que, por el contrario, dota de cierta goticidad su escrito creando, quizá, un ambiente desasosegante.

No así Zanoni. Entendedme; no me parece una mala novela, que no hablamos de eso. Pero "sin uncanny no hay goticidad". Y punto.

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