VorMel...

VorMel...
“Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron Siete Trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.” (Apocalipsis8, 2-5) Los nombres de los siete ángeles son Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jofiel, Shamuel, Zadkiel. En la profecía, nadie habló de VorMel. O bien no es un ángel o bien tiene otra profecía que contar...

viernes, 25 de octubre de 2013

"Historias del Crepúsculo y de lo Desconocido", de Sir Arthur Conan Doyle

Mientras esperamos que se reanude el Taller de Literatura Gótica, colmamos nuestra sed de novelas góticas o, cuanto menos, de terror, misteriosas, esotéricas, vampíricas o, incluso, de espiritismo...

Hace un par de semanas visitamos al "hombre". "El hombre" es un vendedor de libros de segunda mano que tiene su establecimiento en el centro de Madrid. El olor a libro antiguo y las pilas de material de segunda mano imponen al visitante una regla: allí se compra lo que te viene a las manos, no lo que buscas. Y a mí, me vino a las manos un ejemplar de "Historias del Crepúsculo y de lo Desconocido", de Sir Arthur Conan Doyle, en excelente estado de conservación, a un precio de 3 euros. Así, da gusto.

Iba a redactar una reseña sobre este libro que me ha impactado. Positivamente, entiéndase. Pero he encontrado un estupendo resumen y comentario en esta web que, a cambio de indicar la fuente, procedo a copiar y pegar a continuación, para comodidad de mis lectores. En todo caso, atribúyase el mérito a su redactor original, de nick "soy_ludic" (las negritas, subrayados, cursivas y paragrafeados son, eso sí, míos):

Hay paternidades que atormentan toda una vida. Para el mundo de los lectores empedernidos, Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) siempre será recordado como el padre del genial Sherlock Holmes, el celebérrimo criminalista que tanto nos ha deleitado con su método deductivo y su peculiar manera de ser y de comportarse. Desde que en 1882 publicó su primera aventura, “Estudio en escarlata”, la figura de Holmes, y por extensión, de su antítesis, el doctor Watson, han acompañado, muchas veces en contra de su voluntad, al escritor de procedencia irlandesa. Así es. Para Conan Doyle, el personaje de Holmes llegó a convertirse en una auténtica pesadilla. Varias veces intentó “matarlo” literariamente hablando. Y nunca logró conseguirlo por mucho tiempo. La presión de sus lectores, y el indiscutible éxito que obtenía cada vez que publicaba un nuevo episodio del residente de Baker Street, lo obligaban a resucitar periódicamente al detective de rostro enjuto y carácter lunático. Es lógico que el escritor acabara cogiendo una cierta manía a su personaje. Y si hemos de ser sinceros, no le faltaba algo de razón. Sir Arthur, a lo largo de su vida, escribió casi un centenar de obras y cultivó gran cantidad de géneros y contenidos: novelas de Historia, ensayos, teatro, poesía, cuentos, tratados de medicina (el escritor era médico de profesión), libros de fiscalidad... 

Además de toda esta ingente literatura, el escritor fue una gran aficionado al espiritismo, al esoterismo y a la egiptología. Era muy común en aquella época interesarse por estos temas. A raíz de que las tropas napoleónicas se llevaran de Egipto gran cantidad de tesoros arqueológicos como botín de guerra, la cultura egipcia y los antiguos cultos orientales se pusieron muy de moda en Europa entre las clases intelectuales. “Historias del crepúsculo y de lo desconocido” es un libro que responde a este tipo de intereses. Se estructura en seis narraciones, que abordan la temática sobrenatural y el cosmos de lo desconocido. La presencia del mal, las inoportunas consecuencias de un experimento de hipnosis, los sucesos que le acontecen a un egiptólogo corrupto, un cirujano atormentado por el fantasma de un paciente difunto, una sesión de espiritismo mal llevada y un amor de ultratumba que concluye en la sala de momias del Louvre, son los ejes argumentales de estos seis textos. 

En todas las narraciones se constata que existe un “más allá”, que el discurso empírico no puede alcanzar ni comprender. Hay también una cierta línea moralizante en el sentido de que no es conveniente traspasar ciertos límites, ni siquiera en aras de la investigación o de la ciencia. 

Que Conan Doyle es un escritor de inmaculada pulcritud, nadie lo puede poner en duda. Lo que ocurre es que la literatura de misterio y de terror exige que el lector se vea altamente implicado en el devenir de los acontecimientos. Es importante la creación de un malestar psicológico, de un miedo sutil y creciente que atrape la atención y convierta el discurrir de las páginas en un fenómeno inquietante. Esto, Sir Arthur lo consigue a medias. Es demasiado expositivo, demasiado cuadriculado. Nada que ver con la tensión desconcertante y embriagadora que consigue en sus narraciones el gran Edgar Allan Poe. A pesar de todo, el libro vale la pena leerlo para conocer otros registros de un autor quizás demasiado encasillado por su hijo Holmes. Paradójicamente, el relato más conseguido de “Historias del crepúsculo y de lo desconocido” es el segundo por orden de aparición: el del experimento de hipnosis. ¿Y sabéis por qué? pues porqué no está orientado en clave de terror, sino de humor. Conan Doyle, británico al fin y al cabo, domina infinitamente más los resortes de la ironía que los complejos mecanismos del miedo. No funciona acercarse a lo desconocido a través del análisis racional. Escribir literatura de misterio equivale a escribir sobre los propios temores. El miedo (y en su grado más extremo, el terror) es un chispazo involuntario, un acto reflejo que traspasa la mente y nos adentra en nuestros abismos más profundos, en nuestros laberintos intransitados. Y lo que es peor, que pone al descubierto nuestras más oscuras soledades. También puede ser, contradictorios como somos, que tener miedo signifique desear lo que tememos.

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