VorMel...

VorMel...
“Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron Siete Trompetas. Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Y de la mano del ángel subió a la presencia de Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos. Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar, y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos, y un terremoto.” (Apocalipsis8, 2-5) Los nombres de los siete ángeles son Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jofiel, Shamuel, Zadkiel. En la profecía, nadie habló de VorMel. O bien no es un ángel o bien tiene otra profecía que contar...

viernes, 24 de junio de 2022

El Gabinete de los Ocultistas, de Armin Öhri

 


Quienes seguís este blog porque os interese la literatura gótica -a pesar de la falta de constancia de quien os escribe-, sabéis que mantengo un criterio muy claro para diferenciar una novela gótica, de una novela de terror, o una novela victoriana o de la época del romanticismo. Considero que son estilos muy distintos y conviene clasificarlos correctamente. Especialmente complicado, en ocasiones, es determinar cuándo una obra es del género "terror" en vez del género -o subgénero, para que no se enfaden determinados académicos- "gótico".

En mi caso me alineo con el parecer de César Rodríguez Fuentes, quien en su obra "mundo gótico", delinea las características de la novela gótica. Para quien le interese revisarlas, le redirijo a las entradas que publiqué en este mismo blog pinchando aquí y aquí. Estas características, justo es reconocerlas, nos fueron expuestas por nuestra entonces profesora, y ahora amiga, Mirari Bueno.

Dichas características (trama familiar, entorno en un castillo, sucesos misteriosos, entes paranormales, profecías ancestrales, emociones desbocadas, etc.) pueden darse en mayor o menor grado, pero la que no puede faltar es la de una atmósfera misteriosa, que calificamos con una palabra inglesa de difícil traducción al castellano: "uncanny", que es "ese regomello o escalofrío que a uno le recorre la espalda cuando lee literatura gótica, aún en verano y con 40º de temperatura en la sombra". Es una sensación, por tanto, subjetiva pero que los que leemos literatura gótica, sabemos distinguir del terror puro que otros géneros puedan plantear. Tal vez sea sutil, pero preciso.

Una de las grandes preguntas que los lectores  nos hacemos es si aún hoy, en pleno siglo XXI, se escribe literatura gótica y la respuesta es que sí; que si bien en este género iniciado a finales del siglo XVIII (Walpole, Radcliff, etc.), que alcanzaría su apogeo en la primera mitad del siglo XIX (Polidori, Shelley, Allan Poe...) y llegaría  a su ocaso a finales del mismo siglo XIX (Le Fany, Guy de Maupassant, etc) no se puede restringir al pasado y, de hecho, el siglo XX nos ofreció autores de la talla de Lovecraft, Umberto Eco o algunas novelas de Stephen King que, sin ningún tipo de duda, se pueden calificar de "góticas".

Así las cosas, ¿por qué no considerar que, cumpliendo unas mínimas bases, se puede hacer literatura gótica en el siglo XXI? Tal vez esté pasado de moda ubicarnos en un castillo, o enredarnos con una trama familiar pero considero que, hoy más que nunca, y tras haber superado una pandemia mundial, aún inexplicada en sus orígenes, y con una situación de inflación de precios ocasionada en gran parte por las productoras de electricidad tradicionales (por tanto, contaminantes), que en un acto de recorte de oferta han reaccionado como víboras a las "leyes de transición energética", impulsadas por la Unión Europea para combatir el cambio climático... decía que hoy, más que nunca, existen aspectos de la vida que aterrorizan. Y no hablamos de un vampiro, un fantasma o los dioses antiguos del Universo de Lovecraft, señores, hablamos de directivos de empresas y, en muchos casos, ex-ministros ubicados y reubicados en los Consejos de Administración de las mismas.

Es por ello, que considero que hay campo para hacer literatura gótica, soñar y evadirnos de un mundo de mierda sumergiéndonos en ese mundo paralelo de castillos, dragones, damas, caballeros, vampiros y brumas en los páramos que rodean esas cumbres tan borrascosas...

El libro que propongo comentar hoy está escrito por Armin Örhi, un joven escritor nacido en 1978 en Liechtenstein, y que estudió Historia, Filosofía y Filología Alemana. Antes de la novela que planteo hoy, "El Gabinete de los Ocultistas", había escrito otra, relacionada pero no precuela, es decir, no es necesario leer una y luego la otra, titulada "La musa oscura", en la que ya aparecerían algunos de los personajes de El Gabinete de los Ocultistas. Llama la atención, primero, es tratarse de un escritor del siglo XXI que se adentra en el género ¿gótico? ¡hmmm! luego hablaremos de ello; y, segundo, que no es un escritor británico, sino de ese pequeño principado pero que, en general, bebe de la cultura alemana.

La contraportada del libro, nos pone en antecedentes de su contenido. Y transcribo porque son esas introducciones "que dicen sin decir" y, así, no hacemos "spoiler" a nadie que se plantee leer la novela:

Prusia, Año Nuevo de 1865. El barón Valentin von Falkenhayn ha organizado una grandiosa celebración en su palacio urbano. Allí tiene lugar una sesión de espiritismo a la que asisten trece individuos, y que se revelará mortal. El terror se apodera de la región desde esa misma noche, cuando el farmacéutico de la localidad, participante en el encuentro, aparece aplastado por lo que se describe como el atroz sonido de unos cascos de caballo. La prensa de Berlín se hace eco de la noticia: trece fueron los invitados a la reunión y trece es el número perfecto para que todos comiencen a hablar de una maldición en la zona. En contra de la opinión pública, el joven estudiante de leyes Albrecht Krosick pasa a la acción y funda «el Gabinete de los Ocultistas», que también constará, adrede, de trece miembros. Pero las muertes no cesan, y su gran amigo Julius Bentheim, dibujante para la policía y detective aficionado —a quien ya conocimos en La musa oscura—, tendrá que enfrentarse al caso y a sus propios fantasmas.

Ahora toca mi análisis personal para estudiar la "goticidad" de la novela. De entrada, diremos que el ambiente es totalmente gótico: el castillo del barón, la sesión de espiritismo, las calles de la ciudad, el monasterio de las monjas en el que ingresa la hija del Pastor, etc. Además, sabiamente ubicado en invierno, con las inclemencias del tiempo, la niebla, etc. nos proporciona ese entorno misterioso. Me ha gustado especialmente el análisis psicológico de los personajes y, en especial, de Julius Bentheim, que tiene sus movidas, y que no voy a desvelar aquí.

Hay una curiosa trama familiar que enreda pero, a la vez, vertebra, la obra, aunque, confieso, me ha dejado un poco pasmado: no me entra en la cabeza que un Pastor protestante, para proteger a su hija, la meta en un convento de monjas católicas. Creo que aquí hay una contradicción in términis. Ni las monjas católicas admitirían a una mujer protestante, con sus movidas y todo, ni el pastor, si es tal, llevaría a su hija a un lugar católico. Pero vamos, tampoco nos complica esto mucho la vida. Si Ann Radcliffe se permitió sus licencias anacrónicas en Los Misterios de Udolfo y le dio a la imaginación de narrar la campiña francesa e italiana sin haber pisado por allí, pues no vemos problema alguno en que Armin Óhri mezcle católicos y protestantes en un alarde ecuménico. ¡Olé!

Hay una pequeña crítica que hago al autor: pretende plantear que el centro del problema de la novela radica en una sesión de espiritismo, motivo que debería ser, por tanto, trascendente, pero no describe la sesión. Pienso que debería haberse mojado más, pues nos deja con ganas de "salseo" y, sin embargo, pasa por encima de ella sin dar demasiados detalles, muy levemente. 

También, aprovecho a decir, que quien ahora les escribe, que lleva ocho años asistiendo a un centro espiritista de Madrid, considera que hoy, el espiritismo, para cualquier persona que se informe un poco, nada de misterioso, ni mucho menos de terrorífico tiene. Esto nos da pie a la pregunta del millón: ¿provoca la lectura de esta novela ese "uncanny" que decía al principio, ese escalofrío que, quizá de un modo subjetivo nos llevaría a decir sin ambajes que la novela es gótica?

Debo decir que yo mismo me pongo en un compromiso. Y es que, a medida que se avanza en la obra, se observa que, en realidad, falta ese elemento sobrenatural. A pesar de la sesión de espiritismo, nada hay transpersonal, o paranormal, que nos pueda producir ese sentimiento... Pero, sin embargo, la descripción del ambiente lo produce. Sé que me contradigo, pero me voy a explicar mejor: sucede lo mismo cuando uno lee "El perro de los Baskerville" de sir Arthur Conan Doyle. Obviamente, la serie de novelas de Sherlock Holmes, no se pueden catalogar de "góticas" pero, en la obra citada, la descripción de los páramos, de la niebla, de algo que no se sabe qué es provoca "uncanny", aunque luego al final se descubra.

En este sentido, y con algunas dudas, me voy a lanzar a la piscina y decantarme por considerar la novela de Armin Óhner "El Gabinete de los Ocultistas", como una novela gótica.

Ya para terminar, unas palabras de elogio para el escritor quien, con ese sabio recurso a lo misterioso, y con la creación de dos personajes que valientemente se internan en la investigación de lo desconocido, se pone a la altura de Algernon Henry Blackwood con guiños a la literatura de M.R. James, W.W. Jacobs, Arthur Conan Doyle, Henry James, E.F.Benson, William F. Harvey, Hugh Walpole  y tantos otros.

Sólo me falta mi enhorabuena a la editorial Impedimenta, por la cobertura de lujo, la utilización de un papel y una grafía exquisitos y una traducción impecable.

Disfruten.



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